lunes, 29 de diciembre de 2008

Comunicado N1

Con esto termina la primera tanda de cuentos(2001-2005). En los próximos prometo que voy a darle mas respiro a la narración. Es algo que hay que trabajar.
Los cuentos fueron publicados en este blog si ningún orden particular, pero releyendo un poco, creo que se prestan para una mejor lectura comenzando de abajo hacia arriba. Ya que los dos que aparecen en primer lugar tienen una narrativa tan acelerada que cansa.
Todas las imágenes con excepción de la de El Pobre Lovelock Tenía Razón (Ilustración de mi gran amigo Luis Otero Prada) son robadas de internet. Si alguien encuentra esto irrespetuoso me indica y de inmediato las bajo.

Una historia del Bacalao, una Congresista y un Video


La puerta se abrió como una explosión. Abrió de esa forma que se desprenden las bisagras y la puerta queda inservible. Abrió fácil por que Juan Ernesto Ramírez nunca quiso arreglarla bien. Nunca quiso darle dos vueltas más al tornillo. Abrió como cuando una puerta es derribada por cinco policías. Abrió a las tres de la tarde el jueves porque el administrador del hotel, por llamarlo de alguna manera, telefoneó a la policía mientras mordía un muslo de pollo de KFC. La niña con su vestido naranja que había recibido de regalo si quererlo, corrió a esconderse bajo la cama entre las sabanas viejas de su madre. Ella, su madre, calló dormida en la cama. Verdad que sufre de narcolepsia. Verdad que no controla el sueño. Un policía trató de alzarla a la fuerza, pero se le deslizo como un jabón entre sus brazos y calló fuertemente contra el piso, su cabeza pegó contra una esquina de una de las baldosas que Ramírez tampoco quiso arreglar a tiempo. Para ser personas acostumbradas a ver sangre y heridos con balas que les entran y salen de las cabezas, los policías se miraron las caras, asustados, mientras un pequeño cojín de sangre se esparcía entre la cabeza de la congresista y el suelo. Esta vez las imágenes en la televisión no mostraban a Angélica Vásquez durmiendo en las sesiones del congreso. La mostraban en los hombros de un policía, sangrando por la cabeza, exactamente de la manera que nadie quiere que lo vean en la TV. Sin sesión de maquillaje de tres horas. Sin ropa prestada. Echa todo un bulto que cabalga el hombro de un oficial.
La presentadora del noticiero, esquelética como siempre pero con retoques de silicona habla del bacalao.
Una nota patrocinada.
Una cortinilla mostrando gente feliz comiendo en la playa, disfrutando de una nueva marca de mantequilla.
Con un sonido característico de este tipo de notas, comienzan a hablar de la congresista.
-Hace pocas horas fue capturada la congresista Angélica Vásquez después de secuestrar a su propia hija. Todo comenzó cuando la niña de 12 años caminaba hacia su escuela….
Entran imágenes del policía con el bulto sangrante en los hombros.
-…la captura se realizó en un pequeño, porque vulgar no se puede usar en televisión, hotel de la ciudad mientras ella y la secuestrada se encontraban en su cuarto.
Comienza luego una toma brusca y rápida que se acerca al policía que carga a una mujer en su hombro, luego la cámara cae al suelo y la imagen se corta, pero todo quedó filmado.
-La policía no quiso dar declaraciones y condenamos fuertemente el trato que recibió nuestro periodista que fielmente cumplía con su trabajo.
La cámara se quebró por completo, pero al periodista no le pasó nada. Treinta minutos más tarde sacó de su maleta que lleva a todas partes, una caja de curitas. Tomó una y se la pegó en la ceja. Quien no se siente preocupado por un periodista con una curita en la cara después de tener un “altercado” con un policía. A la congresista no le importó mientras dormía, a decir verdad, no le importo nunca. La niña lo miró con odio mientras él recogía su cámara echa pedazos y revisaba que el casete estuviera en orden. La cámara volvió al suelo tal como había caído la congresista.
Siguiendo a su madre, la niña entró a la patrulla de policía, era la primera vez que lo hacia pero para los que la conocieron saben que no fue la ultima. En diez años hasta se acostumbraría a hacerlo. Entre las cosas que se dicen en la calle, se dice que la congresista no siempre fue congresista. Nadie nace congresista. Ella tenía una vida casi normal y por cosas del destino, sin que se diera cuenta todo cambió el día en que se le deslizo una lagrima negra por la mejilla mientras observaba la imagen del espejo, avanzando en su reflejo y pasando entre la puerta casi cerrada y la pared, la silueta de un hombre con un ojo de vidrio, dejandolo sobre la mesa de noche, quitándose los pantalones y probándose el aliento en busca de indicios de cebolla. El dinero vino después, luego el rechazo, las patadas, el frió en la calle, el grito de pánico, la sobredosis, el hospital, la soledad y por ultimo: el cambio. Un cambio de camino, mas no de fin. La cámara, una Canon XL2, se quedó ahí tirada hasta que un hombre la tomó diciendo que había leído mucho sobre cámaras, después de tratara de tomar fotografías con ella, polaroid dijo que era, la arrojó en un basurero donde se pudrió junto a dos libras de bacalao. El casete ya estaba en manos del director del noticiero. Se grabaron las tomas del reportero narrando el atropello, en el mismo lugar en que debería estar la congresista mostrando la herida de su cabeza; en un hospital.
Más en una cabeza que en un noticiero se escucha:
-En 1944, el 5 de junio nació Gregorio Sandoval. Nadie en el pueblo supo de su existencia hasta los 7 años. Hijo de una joven de 12 años y el cura del pueblo. Creció escondido en la casa cural. Viajó a los 20 años a España de polizón. Permaneció sólo cinco años allá. Regresó sin dinero y entonces fue conocido como “El Vasco”. Con su regreso, trajo la idea de importar bacalao, 20 años después ya era un millonario empresario. Su emporio creció tanto que hace dos años compró la mitad de los canales de TV y gran parte del congreso, aunque esto tampoco se puede decir en televisión. Igual que como fue su infancia, su rostro fue un misterio. Nadie sabía como era, nadie lo habían visto. Ni sus más fieles asesores. En las sombras, solo seguía siendo “El Vasco”. Hasta el día de hoy. En la cabeza se repite. Hasta el día de hoy.
La presentadora salió del baño con el dedo hurgando su nariz.
-El Vasco leyó tanto en su vida que un día decidió no volver a leer más. Ni una receta. Ni un manual de instalación. Ni los subtítulos de las películas en inglés.
Ahí parada en el pasillo, pasó un joven con chaleco que le entregó un casete. El reportaje del periodista y el policía, decía la etiqueta. Que culos hago yo con esto?, gritó ella, yo solo soy presentadora, mientras se llevaba el dedo índice en la boca. El Vasco, seguía pensando.
Después de mucho rehusarse, El vasco había aceptado conceder una entrevista a una de sus cadenas de televisión, la idea era que fuera en un lugar desconocido, así que se realizó en un hotel de muy bajo perfil. Solamente un periodista y El Vasco. Todo fue rápido. Un duelo de preguntas y respuestas. Cuando habían terminado y el periodista guardaba su cámara, se escuchó como derribaban una puerta. Ya todos sabemos como se abrió esa puerta. Parecía ser en el mismo piso, parecía ser dos habitaciones al lado, así que el periodista salió y desenfundo su cámara, cambió el casete y filmó lo suficiente como para que la cámara quedara destrozada en el suelo.
La congresista lloró tanto que a los policías les tocó orillar la patrulla y buscar un balde, parecía una balsa que se hunde en el océano. En el océano de asfalto. La niña sólo pensaba que iba a decir en el colegio al día siguiente. El escándalo era inminente. La congresista nuevamente calló dormida. Esa noche entre cervezas y canciones, los policías se rifaron el balde y apostaron que cuantos años de prisión se había ganado la congresista, pero nadie acertó.
El Vasco salió diez minutos después, el alborto ya había pasado, echó una mirada a la puerta destruida y vio la sangre en el piso y las gotas que salían de la habitación y bajaban por la escalera, avanzaban como aquellas migajas de pan del famoso cuento. Caminado lento, tan lento que pereciera que tuviera algún problema en alguna de sus piernas tomó una cámara que vio tirada en el suelo, cinco minutos después, frustrado, la arrojo a una caneca de basura. En esos momentos sólo pensaba porqué el periodista no le había preguntado cómo había perdido su ojo. Esas son el tipo de preguntas que ellos siempre quieren hacer cuando ven un ojo de vidrio. Tal vez ni cuenta se dio. Que mierdero de vida, dijo, mientras caminaba por la calle, hay que traer más bacalao.

La Invasión del burro y otros pequeños relatos interrelacionados de la Troja.


En la propiedad solo había una palmera, y no medía más de metro y medio. El camino que pasaba junto a la palmera, llegaba a una cabaña, una pradera envidiable, un olor a mango, y un garaje donde había una camioneta que el pintor solo usaba para escuchar música. La zona era costera y de un caribe tal que la brisa penetraba como propietaria. La música la formaban 3 mariamulatas y el crujir de una silla de madera en el estudio del pintor, por que las pinceladas, perecían venir de un mundo donde el sonido no importaba.
El sonido de la silla se esfumó y el pintor atravesó la puerta con un bostezo como si se le fuera a desencajar la quijada. Se quedó en el porche con la mirada perdida. Se rascó la cabeza con la mano llena de pintura roja y se acostó en la hamaca donde había un libro que mandó al carajo sin saber que la Francesa llegaría a buscar después de terminar la torta de plátano.
El atardecer había comenzado y ya no había música, ni pintura, y nada para escribir mientras duraba, la puesta terminó, y como si estuviera esperando prudentemente para no interrumpir, entró el olor a plátano cocinado, pero no encontró a nadie para descrestar, por que el pintor, sin darse cuenta había sido tragado por la hamaca como si fuera la boca de un animal incierto pero con un colorido deslumbrante. Solo había quedado de la lucha un pedazo de pantalón, y algunas rastros de sangre. Estos animales siempre se han destacado por su furia cuando se encuentran en celo.
La Francesa apareció, practicando un trabalenguas que le enredaba la erre y al descubrir lo que había sucedido, descolgó la hamaca, la azotó con una escoba hasta que le salieron ampollas y la escondió en un closet en el estudio del pintor, no fuera que algún día por cansancio le diera por sentarse a mecerse en la boca de un animal tan hambreado. La Francesa tomó el libro que el pintor había mandado al carajo, se sentó en la grama a comer torta de plátano mientras leía, esa noche le dolió el estomago como nunca, pero durmió contenta, por que por primera vez en su vida, la torta de plátano le había quedado mejor que su pie de manzana.

La Francesa continuó su vida, pero no fue capaz de hablar con su familia de lo que había sucedido con el pintor, así que en un par de visitas inesperadas tuvo que contratar a un vendedor de pescados que se asemejaba bastante a lo que dejaba ver la única foto que ella había enviado a Europa del pintor. Su familia cada vez se iba más encantada con la elegancia y el carisma del hombre que llevaba la comida a la casa.

Siete años después apareció el pintor, traía una barba desorientada que le llegaba a las rodillas y le faltaba un dedo en la mano izquierda, era fácil darse cuenta que le había tocado luchar el regreso. Ni la francesa ni los perros lo reconocían, pero había algo en sus ojos que nos daba a entender la furia que le tenía a las hamacas. Tomó un hacha y comenzó a talar las columnas de la casa, para que a nadie se le ocurriera volver a colgar hamaca alguna, pero el peso estaba mal distribuido y el segundo piso calló y mató dos de las mariamulatas que ya entraban a comer en la casa pedazos de torta de plátano. La palmera que había crecido diez centímetros en 7 años dejó caer dos de sus pequeño cocos por el estruendo y un pedazo de teja le corto al pintor el mismo dedo que le faltaba en la mano izquierda en la derecha. la Francesa ni cuenta se dio, por que solo le faltaban tres páginas para terminar el libro que había comenzado diez años atrás, el libro: La Invasión del Burro, el autor: un hombre al que le llamaban cariñosamente ¨ Tolíma ¨.
El aire caliente que sentía en el cuello, hizo que la Francesa se distanciara de su lectura, para encontrar junto a ella, un pequeño burro que ya intentaba masticarle el pelo. Del susto volvió a mandar el libro al carajo y corrió por su vida, o al menos así lo relató veinte años después a su nieta Soledad, el día que le descubrió el libro debajo de la cama. Ahí, en medio de un árbol de mangos que apenas comenzaba a crecer, se escondió el libro durante 18 años, viendo crecer las matas de coquito.
Una mañana, cuando Soledad jugaba con una gallina que había vestido con una de las pelucas del pintor, encontró el libro al que ya le habían crecido dos matas de plátano y un árbol de corozo, el mejor corozo de la región dicen las malas lenguas. Soledad no sabía leer, pero eso no la detuvo para sentarse a mirarlo. Las palabras no hacia faltan leerlas, por que gracias a la genialidad de Tolíma, el masaje se transmitía en la forma como estaban organizadas las oraciones, de por sí, Tolíma no sabía escribir cuando lo escribió, pero no hacía falta que supiera, por que ésta era una época en la que el mensaje estaba por encima del idioma, de la gramática, o de cualquiera de esos formalismos que trajeron muchos años después los colonizadores. En la Troja ya habían más de nueve mil burros, setecientas gallinas, una palmera, un árbol de mangos, una mata de plátano y el famoso árbol de corozo. La estructura era muy parecida a la que habíamos conocido muchos antes, pero un poco más conmutativa. El primer piso que había quedado destruido se mandó a reconstruir en el segundo, así que la entrada de la casa quedaba por arriba, y el estudio cada vez se hacía más estrecho, por que como el pintor no quería columnas, había que sostener todo con pirámides de arcilla, pero como no se conseguía arcilla, terminaban haciendo una mezcla de mierda de burro, barro y corozo.

La Invasión del Burro hablaba de cosas cotidianas, nada que un campesino no supiera, pero te agarraba de una manera que te hacía dependiente.
Después de perder el libro, La Francesa lo buscó por todas partes, estaba tan desesperada que salió corriendo por el camino que pasaba junto a la palmera. Desenterró el cadáver de Tolíma para ver si el libro no se había metido en la tumba. No encontró más que un montón de huesos y dos totumas llenas de tabaco. Así que siguió corriendo. Corrió y corrió hasta llegar a Francia. Durmió dos semanas completas en Reims. Al despertar decidió regresar por barco para cerciorarse de que el libro no estuviera navegando hacia algún lugar apartado. Pero una noche mientras dormía parada a estribor, calló al agua y no despertó hasta que un par de golondrinas le picaron el cuello. No pisó tierra hasta cinco años después. Una noche fue descubierta cuando una aleta se le enredo en una red de pesca. Un barco tripulado por el capitán Bedoya y sus dos hijos. Acababan de descubrir medio continente así que ya no se descrestaban al ver sirenas.
Como la Francesa ya se había a acostumbrado a respirar por las branquias, tuvieron que construirle una pequeña alberca, ya que después de dos días de arrastrarla amarrada al ancla se le habían desprendido gran parte de las escamas.
El presidente la recibió como un héroe al conocer su historia en altamar, la invitaron a almorzar sancocho de pescado, pero a la francesa no le gustó la broma, así que casi muere ahogada tratando de huir del lugar aleteando por el suelo del salón. La primera dama se ofendió tanto que no solo echo a La Francesa del lugar sino que también mando al carajo al presidente. La Francesa nadó de regreso a la finca donde la esperaba el Pintor con una bolsa donde tenía todos los ingredientes para que le volviera a preparar la torta de plátano. Nueve meses después nacieron un pez payaso que pusieron en una pasera y Segundo, un niño que a los 10 años embarazó tres de las cuatro hijas de los Murillo, de donde nació Soledad, la niña que comía tanta tierra que encontró en las raíces del árbol de corozo el libro que tantos años buscó la Francesa.
A la Francesa ya le habían salido piernas otra vez cuando el pintor vendió su primer cuadro. Era una descripción de todo por lo que había tenido que pasar cuando se lo tragó la hamaca. Para La Francesa no era más que un reguero de pintura y dos cáscaras de plátano pegadas con mierda de burro, pero estaba feliz. Con la cantidad de dinero que el coleccionista les había pagado le alcanzaba para pagarle a una bruja que decía que podía resucitar el cuerpo de Tolíma. La ceremonia duró toda la noche, y precisamente cuando la Francesa comenzaba a hacerse a la idea de qué no podría encontrar el libro, los huesos de Tolíma comenzaron a unirse formando algo que parecía más un taburete que un muerto viviente. Así que no hubo forma física de hacerlo hablar. Pero estaba vivo. La Francesa se llevo el taburete para su cocina de su casa y lloró como nunca mientras pelaba algunos plátanos.
Un año después sin buscarlo encontró el libro debajo de la cama de Soledad. Pero casualmente unos días antes por descuido de la niña, mientras vigilaba las gallinas, el burro siete mil quinientos cuarenta y tres se había comido el ultimo cuarto de libro. El capitulo final nunca podría ser leído. Entonces la francesa decidió olvidarse de todo, y colgó una hamaca a escondidas del pintor para adentrarse en un mundo formado por un reguero de pintura y dos cáscaras de plátano pegadas con mierda de burro. Y la hamaca se la tragó.
El pintor enfureció tanto que se cortó la barba, quemó sus cuadros y se montó en la vieja camioneta para huir del lugar, pero como no sabía manejar se fue a una zanja donde permaneció inmóvil por los treinta y dos años que le quedaban de vida. La palmera que ya había crecido lo suficiente para dar cocos grandes los dejaba caer justo al lado de su boca, así que nunca pasó hambre ni sed, por que no hay nada mas refrescante que el agua de coco.

The Horror


Nunca pensé encontrarme aquí, pero aquí estoy. La noche es fria y el viento es seco.
Mis pies colgando en el aire. Sentado en la azotea del edificio más alto de esta pequeña ciudad que no sobrepasa los 20 pisos. Si viviera en una gran ciudad estaría tocando las nuves.
Si mal no recuerdo hace algunas horas me pegué tres tiros en la cabeza y al parecer estoy muerto. Muerto como Jesus. Muerto como como mi papá. El cómo pude dispararme tres tiros es para mí sin lugar a duda motivo de otro texto, tal vez uno mejor que este, pero nunca lo sabremos por que ese no es el caso ahora.
Qué culos hago aquí sentado?, aguantando frío, hipotéticamente hablando, en vez de estar gozando de las grandes ventajas de mi nueva condición, es todavía un misterio aun para mí, pero hay que tener algo en cuenta: por mas miserable que sea esta ciudad hoy se ve resplandeciente desde este lugar.
Tal vez nunca la había visto de esta manera.
Tal vez la muerte también nos cambia la vida, o tal vez simplemente estoy aquí porque esta tarde cuando ya comenzaba a darme cuenta que mi suicidio había sido un éxito, posiblemente lo mejor que hice en vida, salía de su apartamento la vecina Carmen, una de esas personas que se limpian el culo con sólo un cuadrito de papel, y envían a sus hijos gemelos intercalados a la escuela pagando una sola matricula. Educación dos por uno que llaman algunos. Ese tipo de personas. Ella esta vez traía dos bolsas de basura tan apestosas que hasta yo podía olerlas, y al cruzar camino con Heriberto, otro vecino del edificio que no puede decirte nada sin antes ponerte una mano en el hombro y se acercaron tanto que pareciera que estuvieran caminando entre una multitud. Heriberto le dijo a ella que ya estaba todo arreglado. Carmen soltó las bolsas y lo abrazó como si le estuviera agradeciendo algo, pero él la separó bruscamente mientras le dijo que las cosas habían cambiado, que al menos por un tiempo. Ella dejó resbalar una lágrima que fue a dar en su zapato derecho que luego limpió con la parte de atrás de su pierna izquierda en el pantalón.
Y ahí estaba yo parado, en la mitad de este extraño encuentro, echo todo un fantasma.
Que tus amigos piensen que tu suicidio fue lo mejor que te pudo haber pasado en la vida no te motiva más a pensar porqué diablos estas parado entre estos dos personajes.
Tal vez simplemente no te motiva.
Pareciendo ser que alguien escuchó la lágrima al caer, se abrió una puerta unos metros atrás que hizo que nuestros misteriosos personajes se separen y continuaran su rumbo hacia cualquier lugar. Carmen entró nuevamente a su casa con las bolsas de la basura apestosas y Heriberto salió del edificio y caminó varias cuadras al sur, sin saber que ya contaba con una nueva sombra. De esas que no tienen que preocuparse por ser descubiertas. De esas que no tienen que tomar RedBull para no caer dormidas.
Heriberto caminó a un lugar bastante desgastado y se encontró con un hombre que parecía más del lado de acá que del de allá. Heriberto se limitó a entregarle un dinero. No se dijeron nada. No se hicieron preguntas incomodas, ni siquiera se dieron la mano al despedirse.
Yo seguía en las mismas.
Heriberto salió rápidamente del lugar y se internó en uno de esos bares de mala muerte que apestan tanto o tal vez más que las bolsas de la vecina Carmen.
Y pasaron las horas.
Al caer la noche entré de una forma que no quiero discutir por ahora al apartamento de la vecina Carmen. Ahí estaba el hombre al que Heriberto le había entregado el dinero, sentado entre las bolsas de basura con una pistola en las manos mirando hacia la puerta. Entonces me dio una de esas sensaciones que le dan a uno en el estomago, como cuando ves a un hombre de unos 40 años ebrio con la cremallera abierta cargando un dinosaurio de peluche morado con barriga verde casi de su mismo tamaño, y de las doce oraciones que se me vinieron a la cabeza frente a semejante escena, solo escribiré una de la cual puedo acotar referencia, y es aquella que escupe tan dramáticamente Marlon Brando en la famosa película de Coppola: << The Horror >>.
Ahora que lo recuerdo bien, fue precisamente eso lo que me trajo a este edificio.
Quería escapar nuevamente del mundo.
Quisiera que esta fuera una ciudad mucho más grande, con grandes rascacielos para poder acercarme un poco más al cielo, para que todos pudiéramos hacerlo.
La muerte no es fácil para un fantasma.
Como si alguien me hablara pero sin escuchar ada volteé rápidamente, y pude ver como caminaba hacia mi Don Fernando, el esposo de la vecina Carmen.
Él se me sentó al lado y miramos juntos como los carros se atravesaban entre si.
Me comenzó a contar sobre su vida. Me dijo que estaba descansando, que no culpaba a Carmen, que él no había sido bueno. Me contaba esto con 7 huecos en la cabeza. Ya me sentía yo como San Pedro, en las puertas del cielo, escuchando las historias de los nuevos muertos.

Cemento, La Historia del Niño Pared

Esta no es una historia como la de los cuatro albañiles que quedaron enterrados en el desprendimiento de una pared de piedras y tierra sin que nadie lo supiera. Los mismos que fueron encontrados semanas después muertos, y que uno de ellos no tenía mano por que esta había quedado a unos pocos centímetros de la boca del más hambreado de sus compañeros.
Esta no es una historia así.
La Biblia lo dice pero seguro los que la escribieron nunca consideraron este caso: “polvo eres y en polvo te has de convertir”, por una frase como esta es precisamente que esta historia comienza en una madrugada que olía a almendra. Sin ruidos ni taladros perforando paredes. En el hospital Nuestra Señora de los Milagros. Más exactamente cuando una pareja de nuevos esposos se disponían a dar a luz a su primogénito. Una de las enfermeras se percató de algo extraño en una de las paredes. Algo que parecía ser una pierna que salía de la pared y se movía como si estuviera viva. El parto había terminado sin problema. La enfermera se concentró en cortar el cordón umbilical, pero el niño ya no estaba en sus manos, había desapareció como por arte de magia. Todos quedaron estupefactos y se miraban las caras como buscando explicación en la mirada del otro.
La madre que no veía nada porque la sabana que colgaba de sus rodillas y que cubría sus piernas le tapaba todo el espectáculo, sonreía esperando ver su nueva criatura.
La enfermera volvió a mira al extraño cuerpo que se movía en la pared. Todos se acercaron lentamente buscando explicarse que pasaba. La madre seguía sonriendo. Aunque ya se comenzaba a preocupar. El silencio ya le estaba enfriando los huesos. Evidentemente era una pierna lo que se movía en la pared. Más arriba había una mano y para que la sorpresa fuera inmensamente grande, eran las extremidades de un recién nacido. Al observar del otro lado de la pared se descubrió la cabeza, la otra pierna y la otra mano. El niño parecía sonreír por que estaba vivo.
Las explicaciones fueron diversas: Dios así lo quiso, o el niño era la encarnación de Satanás. Todos hablaron del caso. Hasta salió en un periódico bastante reconocido en la página 16 porque la página principal la ocupaba un hombre con tres penes.
De las explicaciones que se dijeron la que más me gustó fue una que hablaba técnicamente del viaje en el tiempo. Si un cuerpo puede viajar en el tiempo pocos segundos atrás, su desplazamiento es meramente temporal, pues, sí esa era la única intención de éste, pero qué pasa con el universo que se está moviendo? qué pasa con la tierra que gira a unos no sé cuántos miles de kilómetros por segundo? qué pasa si un niño por cualquier motivo satánico o divino se transporta unas milésimas de segundo atrás en el tiempo?, no es posible que conserve su espacio?, su espacio universal con respecto a no se que, y al llegar a su destino “temporal” se encuentra con que ahora tiene que compartir este “espacio” con una pared?. No solo yo sino la familia del Niño Pared también se fue por esta extraña pero tal vez correcta explicación que formuló un borracho que aseguraba haber leído mucho al respecto.
La situación era muy complicada, porque no es que hubiera un pedazo de niño y luego un pedazo de pared, no es como los siameses que se pueden separar con bisturí. Aquí entre las moléculas de niño, había moléculas de pared, de cemento, de cal y quién sabe con que más hallan echo la mezcla los ingenuos albañiles que habían muerto de hambre bajo toneladas de piedra y arena.
El Niño Pared creció, y con él creció la pared.
Para los que nunca han visto nada igual, este niño era como una caja de cartón con extremidades. Un paralelepipedo con ojos.
No es tan grave tener mitad de tu cuerpo mezclado con otro sólido de muy poca flexibilidad, es como tener un yeso eterno. No es tan grave si no te has enamorado de los caballos y las carreras y algún día quieres llegar a ser jockey. No es tan grave si cuando tienes 10 años mientras sostienes la mano de tu papá después de que se ha gastado el dinero del arriendo en apuestas de caballos, pensando que el cemento trae buena suerte, y le dices que quieres ser jockey y él se ríe antes de mirarte a los ojos y darse cuenta que lo dices en serio. No es tan grave.
A veces los adultos creen entender, pero en realidad no les da la cabeza para hacerlo.
Siendo honestos, el Niño Pared no sabía que para ser Jockey tenía que comenzar “caminando calientes”, que significa montando caballos que acaban de correr o que estén ejercitados. Ni que tiene que volverse “Preparador”. En realidad los detalles no importan en los sueños de los niños, y son los que más mortifican a los adultos.
Desde ese día el Niño Pared comenzó a quedarse horas y horas mirando el techo azul de su cuarto mientras pensaba como podría deshacerse de su yeso eterno. Casi frustrado por lo que aparentaba ser su destino, su respuesta apareció después de ver un programa de televisión que explicaba la historia del cemento y cómo prepararlo. Creyó entender por qué sus padres nunca lo habían dejado tocar el agua. Esa palabra tan desconocida parecía ser la solución.
Desafortunadamente el programa de televisión no mostró ese mensaje que nos protege de sus discursos. No repita esto en casa, las escenas son realizadas por expertos en el dominio de estas herramientas, y dos horas más tarde el Niño Pared se estaba sumergiendo en el agua de la bañera de sus padres mientras estos observaban en la televisión de la sala cómo personas supuestamente reales discutían por quien iban a expulsar del programa en el próximo capitulo de media hora.
Una vez sumergido, mientras miraba el techo verde del baño de sus padres, el Niño Pared se comenzó a sentir feliz.
Porqué mis padres me habían prohibido esto?
Por que no querían que fuera libre?.
Él se imaginó montando su caballo, “Cemento” le pondría para que igual como había sido su vida nunca los pudieran separar. Vio cómo derrotaba a todos los otros Jockeys del mundo. Hasta se vio en la portada de aquel viejo periódico que lo había puesto en la página 16. Pero todo no es tan hermoso cuando se te disuelve parte del cemento en el estomago, y luego llega a tu sangres y te empiezas a quedar dormido, tan dormido que nunca más vuelves a despertar.
En la televisión decidieron quién iba a ser el próximo eliminado, así que el padre subió a su habitación y notó cómo el agua ya había inundado gran parte del cuarto y encontró en la bañera un agua gris oscura y muy adentro como si lo estuvieran escondiendo al Niño Pared, muerto, pero con una tierna sonrisa en su rostro. Tal vez ya estaba montando su caballo. Tal vez ya no le pesaba tanto el cuerpo. Tal vez soñó hasta el momento en que murió. Al parecer esta vez no pudo viajar en el tiempo unos segundos atrás, por que definitivamente esas cosas sólo pasan una vez en la vida.