martes, 25 de noviembre de 2008

Un Camino al Infierno

Nadie, ni Carmenza que lo encontraba a diario fisgoneando a la vecina, se imaginó que Nicolás terminaría en el infierno.

A los 8 años, husmeando entre los muebles viejos del abuelo, Nicolás encontró una puerta en el suelo que abría a un túnel y bajaba tan profundo que no se vislumbraba fondo alguno. Nicolás sin pensarlo dos veces, valiente como pocos, se lanzó al interior del túnel y simplemente calló. Calló horas, días, semanas y años. Calló tanto que comenzó a sentir cómo le crecía la barba y siguió cayendo. Sus padres al descubrir qué había sucedido enviaron cellar la puerta al túnel y nunca más hablaron del tema. Lo olvidaron todo de la misma forma que Nicolás olvidó el hambre y el sueño mientras caía. Las familias respetables tienen que hacer sacrificios por el ejemplo de las nuevas generaciones, dijo su madre mientras tomaba una copa de vino, nosotros somos de la tierra. Nicolás odió a sus padres por dejar el túnel a su alcance, a su abuelo por sus cosas viejas, al mundo por no advertirle. Su ira le terminó de quemar la ropa que ya se le había destrozado con su cuerpo, y sin darse cuenta, un día mientras odiaba al mundo, igual que como comenzó a caer; calló, echo todo un demonio.

1 comentario:

xxx dijo...

Las familias respetables, viven tan pendientes de los demás que siempre se olvidan de los suyos. Nicolás no odiaría si tan solo le hubiesen hablado un poco de ese y de otros tantos túneles que llevan directamente al infierno. Sólo quisiera saber si Nicolás es feliz ahora como demonio.