martes, 25 de noviembre de 2008

El Pobre Lovelock Tenía Razón

Un hombre gritó "Gaia" desde la ventana de un hospital, llevaba tantos años ahí sentado que ni él se acordaba porqué lo llamaban enfermo. El grito chocó contra la ciudad y se perdió en el aire. Un anciano que cruzaba la calle lo escuchó desvanecer, y ahí parado, mientras buscaba ciegamente su procedencia, abrazando un maletín de cuero desteñido y a muy pocos instantes de ser arroyado por una mujer que alternaba el control de su BMW con el de su celular, calló y se volvió suelo. Así no más: suelo. Luego sucedió lo mismo con la carnavalesca mujer de los cocos, y como si estuvieran sincronizados cayeron al tiempo el niño que lloraba por nada y el hombre de la ventana del hospital que explotó en el asfalto como miles de esporas. La diferencia entre duelo y suicidio despareció cuando un ladrón disparó a un policía que desenfundaba torpemente su arma. Cayeron en uno solo. Un vegetariano que mordía una insípida zanahoria masticaba sin darse cuenta sus pies y lo disfrutó antes de desintegrarse. Era la convergencia de las especies. La creación galvanica avanzando a una escala inimaginable por todo el planeta. Por una millonésima de segundo se vieron al hombre iguana y la mujer foca sobre la tierra, parecían danzar con una música ininteligible. Luego ya no existían y la sangre se había vuelto clorofila.
Lejos de la casualidad y siguiendo fielmente la serie de Fibonacci, todos en la tierra se volvieron extremidades de un solo organismo. Un organismo más bello que la suma de todas sus partes. El pobre Lovelock tenía razón, pero al amanecer, ya no existía nadie para decirlo.

1 comentario:

xxx dijo...

Me encantó!.Todos como uno solo, de donde se nace y a donde se regresa.Si que tenía razón!.