miércoles, 25 de marzo de 2009

LAS ARAÑAS DE LA LLUVIA.


Cuando llueve se nos encrespa el pelo. Se nos mojan los pantalones por capilaridad (capilaridad), y corremos el riesgo de quedar ciegos y caer en medio de la autopista frente a un camión de mudanza. Pero esto no es solo por la lluvia, no es solo por ese extraño elemento que cae en pequeñas porciones y sentimos tan peligroso como el acido sulfúrico. Todo esto es por la invasión de esas armas afiladas de 8 puntas que se mueven como arañas por toda la ciudad. Que avanzan con la misma actitud que siempre nos ha caracterizado como humanos, arrasando con todo. Hablo de la gente en posesión de un paraguas. Y no crean que estoy exagerando.
Cuando el día es soleado y uno camina por la calle, tropieza constantemente con estas personas que no son capaces de dimensionar su cuerpo y chocan con todo abriéndose camino en esta selva de brazos y piernas. Porque todos son dueños de la calle. Ahora, adiciónele a eso una extensión de 8 puntas a la altura de sus hombros y una torpeza que raya en lo animal. Multiplique eso por cien y tendrá que olvidarse de la lluvia y enfocar todos sus sentidos en sobrevivir frente a esta avalancha de animalejos abriéndose paso sin consideración.
No se si se han dado cuenta pero cuando llueve cambiamos nuestra escala de prioridades, ya no nos preocupa que nos atropelle un auto, sino que no se nos moje el pantalón, el cabello, la camisa. El universo se desvanece, como si la lluvia fuera una cortina que no nos deja ver mas allá de nuestra propia ropa. Los amigos que están al lado dejan de importarnos, el individualismo nos brota por las venas, los semáforos dejan de existir, los peligros, todo. Ya no importan las mujeres y los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas, por que si gozas de la sequedad que da el paraguas, que se abra el mar rojo en dos por que lo peor que nos puede pasar es que se nos moje el pelo. Y las 8 puntas chocan como espadas, porque el que tiene el paraguas tiene el poder. Es el arma de los dioses que nos da la omnipotencia para hacer cualquier estupidez. Todos chocan con todos. Algunos desprotegidos de estas armas, osados en su desesperación de no mojarse exponen sus importantes libros, sus tesis de tantos meses de trabajo, hasta sobres con pasaportes y certificados de nacimiento con tal de que no se les deslice una sola gota de agua por la cabeza. Mientras que los que tienen paraguas tratan inútilmente de meter estas espadas multipunta por puertas por las que si no fuera por la lluvia se darían cuenta que es imposible que entren abiertas. Dejamos de ser humanos y racionales. Volvemos a ser animales. Nuestro cerebro reptiliano gobierna nuestras acciones. Y no nos deja ver que esas gotas son precisamente a las que le debemos nuestra existencia. Porque sin agua no hay vida. Así de sencillo. Y no hace daño!. Así que hoy maldigo los paraguas porque no me dejan apreciar el agua y porque se que algún día, una de esas puntas se va a quedar enganchada en uno de mis ojos, mientras caigo ciego y desesperado en la mitad de la vía frente a un camión de mudanzas. Y el agua que me dio la vida me la quita.

2 comentarios:

Amapola... dijo...

No tienes idea de lo mucho que disfruto leerte. Y tienes toda la razón del mundo, por eso no me plancho el cabello(asi me doy menos mala vida por ese lado) y siempre llevo una chaquetica, solo por si acaso la cuestión se torna diluvio... >.>

xxx dijo...

y que decir de los autos que pasan felices por la autopista y por los huecos de la autopista que están llenos de agua.Arruinan los disfraces de abogados, de economistas y todos los ejecutivos sufren.
NO había pensado en la posibilidad de morir víctima de un paraguas, pero tendré más cuidado.Porque la lluvia a algunos los mata, a otros los entristece y a otros tantos sencillamente nos moja.