jueves, 23 de abril de 2009

VOLAR TANTO NUNCA HA SIDO BUENO


Era una calurosa tarde, donde el viento levantaba la enorme tela mientras los tres luchaban por controlar el globo en la azotea. Pedro trataba de enganchar los pies contra cualquier cosa con tal de no caer al vacío, en el otro extremo, María y Juan amarraban la cuerda en una antena que servía mas de pararrayos que otra cosa. Para ser un globo tenía mas forma de parapente realmente, pero si el que lo inventó decía que era un globo, pues globo se quedaba, no había por qué perder tiempo en discusiones conceptuales, así que el globo se abrió imponente, como una burbuja que chillaba como si estuviera rasgando el viento, algunas personas que caminaban por la calle miraron al cielo buscando la procedencia de rugido, la tela estaba tensa como si fuera a reventar y jalaba como si cien elefantes quisieran ir para el mismo lado. Los tres corrieron, ya tenían sus arnés bien puestos y se amarraron cada uno a una cuerda, aquí no habían canastas. Juan soltó el lazo que iba a la antena y el globo salió volando arrastrando a estos tres jóvenes que ya no tenían nada que ver con la tierra, y colgaban columpiándose en las nubes.
El viento los llevó por todas partes, caprichoso como siempre. El invento había funcionado. El tiempo comenzó a pasar rápidamente. Nadie sospechaba que en pocas horas sentirían todo lo contrario, que cada minuto pesa.
Pedro recordó un cuento que leyó una vez de un hombre que descubrió un día que podía volar, y salió por los cielos admirando la ciudad y avanzando por las nubes, pasando entre edificios a toda velocidad como un superhéroe, jugando con el viento, pero de un momento a otro, el pode se le esfumó, así que le rogó a quién quiera que le hubiera dado esa posibilidad que le ayudara, pero esto nunca sucedió, entonces cayó desde donde nadie había caído antes, y su cuerpo se despedazó sobre el tambor de una banda de guerra que preparaba sus marchas para el desfile de la independencia. A Juan y a María no les agradó el cuento, pero cómo iba a dejar de contárselos, si no podía sacarlo de su mente. Los tres eran superhéroes.
Después de varias horas de sobrevolar, María se dio cuenta que no habían descendido ni un centímetro, es más, tenía la sospecha de que estaban subiendo poco a poco, y todo se confirmó cuando vieron el edificio del que habían saltado muchos metros abajo, inalcanzable. Como si les hiciera una mueca de burla.
Juan comenzó a mover sus cuerdas para tratar de inclinarlo en alguna dirección, pero el globo no obedecía, parecía que los elefantes tenían un objetivo claro y no iban a ceder, el globo seguía poco a poco arrastrándolos hacia arriba, cada segundo estaban mas lejos.
Los minutos que siguieron no fueron tan duros como las horas que siguieron y mucho menos que los días. Entonces, Juan logró agarrar un gallinazo que se había acercado cuidadosamente, como animales lo despedazaron y masticaron si darse cuenta que el pobre animal seguía vivo hasta que quedó dividido en tres partes equitativas. Era lo único que comían en días. Tal vez sería lo último que podrían digerir.
Juan había intentado de todo para hacer descender el globo, pero la visión del hombre cayendo sobre el tambor le martillaba la cabeza, tenía muy claro que no quería morir así. Solo había algo que podía borrarle esa imagen a Juan y era la silueta de María contra el sol al atardecer, todas las tardes, le generaba un frío en el estomago que perfectamente lo podría relacionar con la sensación de caer al vacío, pero era tanta la admiración que sentía por esa silueta que afortunadamente no alcanzaba a relacionarlos. Mientras tanto, María en silencio no dejaba de mirar a Pedro, que a su vez solo pensaba en la manera de regresar a la tierra, haciendo cálculos, escupiendo y analizando la caída de la saliva, debía encontrar la manera, él había inventado el globo para tres personas, si los había echo subir debía saber cómo hacerlos bajar.
Juan no tardó en descubrir el amor en secreto con que María contemplaba a Pedro, y fue entonces cuando decidió actuar: al día siguiente Pedro despertó por el viento que le daba en la cara, sentía que las tripas se le iban a salir por la boca, entonces descubrió que caía. Arriba, Juan no aguanta el dolor de muelas de haber roído con sus dientes durante toda la noche la cuerda de la que colgaba Pedro. Pedro no podía hacerse a la idea de que iba a caer como el del cuento, seguro lo esperaba un tambor para destrozarlo, tal ves era la batuta y caería empalado, que muerte tan horrible imaginaba, ojala muriera de un ataque al corazón, pensaba, pero llevaba tanto tiempo arriba que le había perdido el miedo a las alturas. Veía el suelo cada vez mas cerca, entonces pasó por la azotea de un edificio, vio los pisos uno a uno, los cables de luz y descubrió que no había ninguna banda de guerra esperándolo, lo que lo iba a recibir era un concurso de belleza, estaban coronando a la nueva reina del barrio cuando reventó contra el suelo, muriendo junto a las que fueron en su momento las mujeres mas hermosas del caribe, pero quedaron salpicadas de sangre tan fuertemente que la piel les quedó tatuada por el resto de sus vidas.
Arriba, el paracaídas subió como si lo jalaran, Juan no pensó que la perdida de peso lo enviaría mas arriba. Pero en verdad no le importaba. Se sentía en paz, era una sensación que le subía por el cuerpo como si le estuviera quitando el remordimiento, tardó unos segundos en darse cuenta que se estaba era congelando. Con la altura el frío se incrementó, Juan no podía mover los dedos de los pies, luego fueron las piernas, el frío le fue eliminando de la cabeza toda sensibilidad, era como un borrador que le subía por el cuerpo hasta dejarlo vegetativo. Y así fue, pero el borrador no paró ahí, la mano invisible que lo había congelado siguió su camino por el arnés y llegó a la cuerda de la que pendía, luego de congelarla, la quebró y Juan descendió, María lo vio alejarse al doble de velocidad, porque el globo salió disparado hacia arriba con mas fuerza. Del cuerpo de Juan no quedó nada, no se alcanzó a descongelar y se quebró en tantos pedazos que quedó como si nunca hubiera existido.
María no paraba de llorar y esas lagrimas caían en los hombros de algunas personas que caminaban por la calle y miraban al cielo buscando la nube de la que venían estas pequeñas gotas. Pero el día era soleado desde cualquier parte que se viera y María continúo su ascenso cada vez mas rápido.
Debe ser por algo de la sangre pero no se congeló, ni siquiera se enfrió. Y al salir de la atmosfera ni siquiera le hizo falta el oxigeno. Esto no era lo mas extraño, lo curioso es que el globo seguía subiendo sin viento que lo moviera, como si lo estuviera atrayendo un cuerpo mas importante que la tierra, como si la gravedad fuera selectiva y escogía a quien atraer y a quien no. María no descubrió lo que pasaba sino hasta pasados muchos años de observar el sistema solar. La carne de gallinazo ya no le hacía falta. Comer no es necesario cuando avanzas entre planetas y estrellas. Ni un superhéroe podía tanto. Lo que ves te hace pensar que lo que creías importante realmente no sirve de nada, ni el agua ni el oxigeno te ayudan. Pero el viaje es largo, y María tuvo que esperar mas años de los que puede viajar una sonda espacial para poder hacerse a una idea de qué sucedía. La tierra se volvió un punto que desapareció con el tiempo.
Entonces María lo vio. Había algo que parecía acercarse, se demoró en entenderlo porque ya había olvidado como era la imagen de alguien colgando de un globo. Era un hombre igual que ella y pasó a su lado a toda velocidad, ella volvió la cabeza impresionada cuando sintió que alguien mas pasaba a su lado, entonces se dio cuenta que estaba en un cúmulo de seres que habían viajado como ella, pero no venían de la misma parte, por que los globos eran distintos, por que no todos eran cuerpos. Habían gases y grupos de partículas que flotaban como ellos, como si fueran lo mismo. Seres que se habían demorado en entender que no son el centro de nada, que con un parpadeo podían caer en el gran desagüe del universo, que la necedad es peligrosa. Si que suena absurdo, pero así es el universo, por que nunca entenderemos qué nos jala, ni pa donde. Me gustaría comprender qué está haciendo María allá, con todos esos seres, esperando algo que resuelva todo, pero no es así, porque este es el momento donde se nos acaba el poder, se nos enfría el estomago y comenzamos el descenso a toda velocidad aumentándola nueve punto ocho metros cada segundo, dejando a María allá arriba, volvemos a la realidad, y le gritamos al que nos había dado el poder por qué nos lo quita, entonces comenzamos a escuchar la banda de guerra y recordamos que en unos días es el día de la independencia, si que vamos a caer duro sin saber por qué estábamos arriba, maldita sea, lo debimos haber aprovechado un poco mas.

1 comentario:

Amapola... dijo...

Me he quedado casi sin respirar por tres minutos más o menos, de la impresión...
¿Te había dicho que me encantan tus escritos?

¿si?

Pues perdona que sea tan insistente...

Esta noche seguro sueño con María dando vueltas quizás en otra dimensión...

Beshos!